lunes, 2 de abril de 2012

Abril

Abril. Diluvia. Apenas hace frío, y el campo está verde porque al día en que volvía la primavera se le ocurrió la genial idea de ponerse a nevar. Almendros en flor y cerros nevados. Extraño, y tan bello, tan blanco.

Vacaciones de Semana Santa. Mi madre volverá en un rato cargada de los rosquillos deliciosos que prepara mi tita Locamari, como yo la llamo cariñosamente. Mientras, yo intento estudiar, pero esta lluvia, que precisamente hoy en Sevilla no es ninguna maravilla pero que a mí siempre me parece maravillosa (sí, lo sé, me voy a enterar cuando llueva en, digamos, mi boda), no me deja. Me dice: "escúchame, disfrútame, escribe conmigo de fondo, que es tu vicio confesable y soy tu musa natural y acuática". Así que le hago caso.


Vacaciones es estudiar a ratos, o intentarlo; porque sí, cada día estoy más enamorada de mi carrera, y aunque no pinta bien pasarse las horas con el culo a una silla pegado (y los codos a una mesa), yo lo disfruto. Vacaciones es que Emilio cumpla veintitrés y nos invite a café y torrijas, y echar la tarde entera entre risas y cotilleos. Son unas cañas en la Plaza, es mi pueblo lleno de gente y de melodías de órgano. Es volver a montar en bicicletas para explorar caminos y hacer nuevos amigos, y sentir el aire fresco, y tirarse cuesta abajo sin frenos mientras las ruedas hacen saltar la grava. Es dar paseos largos con la Gorda, que a este paso, con el brillo que tiene su melenón blanco, me va a sacar de pobre haciendo anuncios de champú perruno; y, en esos paseos, detenerse en el parque a respirar bajo los pinos y a escuchar cómo cantan los pájaros, y, un poco más allá, montar en el columpio como hacíamos hace años. Es tener tiempo para comprarse un billete de avión de ida y vuelta: un mes en Austria; suena demasiado bien.

Es abril. Y ahora cae granizo. El tiempo está loco, como la vida. Y a mí se me ha fastidiado el paseo en bicicleta, pero encontraremos alternativas J.

Es, un poco, volver a ser un niño:

“ […] Los que corretearán de aquí para allá todo el día, con las orejas un poco coloradas de haberse bebido los culines de todos los vasos, manchándose su ropa elegante y suplicando para no tener que irse a la cama todavía.

Los niños justifican las reuniones familiares y son un consuelo.

Siempre son lo mejor de estas fiestas. Siempre son los primeros en echarse a bailar y los únicos que se atreven a decir que la tarta no hay quien se la coma de puro empalagosa. Se enamoran perdidamente por primera vez en su vida y se duermen, agotados, en el regazo de sus madres”. (Anna Gavalda, La sal de la vida; libro cortísimo que me ha gustado bastante, y del que transcribiré algún fragmento más).


Y abril es también un poquito de nostalgia.

Felices vacaciones, aunque mis desvaríos y aventurillas en prácticas seguirán apareciendo por aquí estos días.


http://www.youtube.com/watch?v=OsL9EoXrqHw&ob=av2n (Lo siento, soy una neandertala informática y no soy capaz de averiguar cómo hacer que salga el vídeo directamente).

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