Silbido
estridente. Muuuuuuuuuy estridente. Una musiquilla medianamente machacona, con
un regusto discotequero de los 90, le acompaña. ¡Bien, fiesta! ¡Bailemos! El
silbido continúa. Vale: me he precipitado. Son las 7.25 h de la mañana. Fiesta
no. Fiesta cero. Es el despertador. Moves like Jagger fue la única canción “potente”
que encontré en mi móvil cuando, desesperaíta tras quedarme dormida sucesivas
mañanas, la escogí como melodía matutina. Ahí sigue, y yo, a Dios gracias, de
momento no he vuelto a despertarme hora y media después de lo programado.
Efectividad comprobada.
Así que
me levanto. Me visto. Desayuno, con muuuuuucha calma. No podrán reñirme con que
me voy “al cole” sin desayunar. Reina también desayuna, una galletilla cero,
cero. Sin sal, sin azúcar, si me apuras debe ser más aire que galleta. Pero
ella, tan contenta. Es de lo poco que mastica, la muy ansiosa. Después del
café, estamos listas para la vida moderna: correa, zapatillas, y al alba, que
no a la calle, porque a ésta aún la están poniendo. Reina renquea; si es que es
demasiado temprano. Yo insisto, no cejo en mi empeño de que no se convierta en
una perra bola. Caminamos. Amanece. Y, mientras ella olisquea sabe Dios qué
(pises ajenos, en el mejor de los casos, supongo), yo observo-que no miro-
hacia arriba, sintiendo el fresco aire mañanero…
…Al cabo
de una hora vuelvo a casa; ahora, por fin, con las orejillas heladas. Subo la
persiana de mi más alta torre. Otro día más. No sé cuántos días llevo, ni
cuántos me faltan. Sólo sé que, en meses, son ya menos de tres. Como las
vacaciones de verano, que siempre se nos hicieron cortas, así pasarán ellos,
entre castañas, turrón y cuesta de enero.
Vamos:
¡todo tuyo, chica! Abro manuales, recopilo esquemas que han dormido esparcidos
por la enorme mesa. Ufff, demasiada luz. El calorcillo que me regala el sol tras
los cristales antagoniza velozmente el efecto del café. Será mejor que vuelvas
a bajar la persiana, me digo. Flexo. Calefactor. Manta. Botas de lana y
calcetines gordos. Sí, soy muuuuuuy friolera, y mi quehacer no requiere,
precisamente, actividad física.
Venga,
veamos qué toca hoy. “Una oportunidad de integrar la Medicina”, nos dicen.
Suena bien. Lo que no suena tan bien es “Inmunodeficiencias”. Esto de revisar 6
años en 6 meses es, como decía Forrest Gump, como una caja de bombones, nunca sabes
lo que te va a tocar. A mí me sabe rico cualquier bombón, pero si me toca el de
licor…no lo saboreo tanto, me aburre, ¡me satura tanto sabor! Pero no me dejo
amedrentar. Así que leo. Subrayo. Esquematizo. Dibujo calaveras en las causas
de muerte, y caras sonrientes o tristes para los pronósticos. Eding azul para
el tratamiento, lila para pruebas complementarias. En rosa, muy rosa, lo
importante. Exclamaciones. Mayúsculas. Doblar la punta de los Pilot. Manías y
una tremenda querencia por cualquier objeto que se venda en una papelería hacen
que, al final del día, los conocimientos no sé si se quedan conmigo, pero mis
dedos quedan como si viniese de colorear con mis compañeros de guardería.
Tapones
que me quito y que me pongo, en función de cuánto sean mis sentidos capaces de
ignorar la megafonía de mis amigos el chatarrero y “La Rubia de las naranjas”.
Grrrrrrr. Ooops, ése ha sido él; ese
grandullón-que debe serlo, porque si no, no lo entiendo- que es mi estómago
insaciable, gruñe, avisándome de que El Jefe, ése que habita en mi cráneo,
necesita combustible.
Como algo,
comparto un poco con La Gorda. Abrazo a mi madre. A mi hermano no, porque está
en el instituto, y además, huye de mí, como buen quinceañero hormonado que se
precie. Pero doy abrazos, muchos; son de esas cosas que nunca sobran, y que se
venden demasiado caros.
Reina y
yo volvemos a la más alta torre. ¡Qué haría yo sin mi compi! Continuamos. Ella
roncando, yo a lo mío.
Y claro,
dicen que todo se pega. Y Morfeo trata de seducirme a mí también, contoneándose
entre palabrejas como Adalimumab y colecistopancreatografía retrógrada
endoscópica. Pero qué golfo. ¡Fuera!, le increpo, estirándome y bostezando
ampliamente para facilitarle el exilio.
…Saco la
lengua. ¡Bien! No sé cómo, ni por qué (¡¿debería?!, ¡¿es pregunta MIR?! :O),
pero si estoy estudiando, pintando, o cualquier cosa que precise dedicación
mental plena, que saque la lengua es la señal de que he llegado a mi máximo de
concentración. Gracias, lengüecilla. Continuemos para bingo...
Y así se
suceden los días, una mezcla entre fiesta y monotonía. Con su estudio en
horario de mañana y tarde, con sus siestecillas después de comer, con las
caricias a mi compi de estudio, con los abrazos, con el estómago insaciable y
la lorza en cuarto creciente, con algo de deporte para sudar y desfogar, con
alguna llantina hormonodependiente, para no perder la costumbre. Ni es tan
terrible, ni tampoco tan fácil. Así transcurren las horas en esta carrera, poco
a poco más a contrarreloj, de objetivos diarios a alcanzar, de simulacros y de
reglas mnemotécnicas, cuanto más absurdas, mejor. Es una vida, un poco, de bebé:
comer y dormir, y estudiar. Así es un día de MIR vida.
¿Algún/a maniático/a más en la sala?
Vamos, babies, ¡podemos!
Aún en sexto, pero empezando a verle las orejas al lobo... jeje
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la entrada, jaja ¡¡¡¡ÁNIMO!!!
Gracias Irene!! Y sobre todo, siento el retraso! Pero ya sabes cómo ando :S
EliminarNada, orejas grandes son, y asustan...pero al final, podremos con ello :)
ánimo!!! un poquito máaaas! :) Muy chula la entrada! Al final hasta acabarás echando de menos esta rutina :) Un beso!
ResponderEliminarGracias, y mil perdones por el retrasazo!! Pues sí, en cierto modo sí...estoy más mimada que nunca jajaja! :)
Eliminarme ha encantado la entrada! Yo estoy como Irene, pero estoy seguro que lo conseguiremos!!
ResponderEliminarMucho ánimo, todo irá muy bien!
Un beso! (o un abrazo; qué razón tienes con eso de que se venden caros...)
Ayyy! Hola hoola!! Gracias! Muchas gracias! Ya me queda nada :) ánimo para ti tb y un abrazo gordo gordo!
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