Su abrazo.
Su voz suave. Su olor, ése que impregna mis fulares y el cinturón del coche
cuando “me los roba”, y así la siento cerca aunque estemos algo lejos. Sus
asaltos furtivos a “la cueva” cuando estoy estudiando, para que pruebe lo que
sea que está inventando en la cocina o para salvarme, en el punto exacto del
día en que empezaba a hacerme trizas. Los conciertos de Los Secretos, y los
momentos estelares en que no hay mejor escenario que el habitáculo del coche para
nuestros pinitos como cantantes. Su bondad y su paciencia infinitas. Su
valentía, su fuerza. Lo guapa que es. Esa habilidad que tenemos para hacernos mutuamente
radiografías del alma cuando los ojos y las palabras tratan de engañarnos. Sus
manos y sus ojeras cuando se reúnen de madrugada para traer vidas al mundo. Su
intuición y sus maneras de bruja buena. Sus besos de buenas noches para sus dos
gordas.
Me da
todo sin exigirme nada. Le debo tanto, tanto, que vivo permanentemente en
números rojos. La admiro tanto que nunca podré escribirle nada lo
suficientemente bello. La abrazo tanto que juraría que su piel tiene ya mi
forma.
Ni en un
millón de años tendría tiempo suficiente para devolverte cuanto me entregas, Mami.
Feliz día :)
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