Back to december que cantaría Taylor Swift (melosona hasta
los promielocitos-médula, mil perdones- que es una, ¡ea! Y no, no tengo quince años ni vivo
in the US, pero…). Probablemente diciembre sea uno de mis meses favoritos. Es
tiempo de luces en cada árbol, en cada farola, en cada escaparate; tiempo de las
últimas hojas agarradas a los árboles, resistiéndose al frío, el mismo que
congela apéndices nasales y vuelve azules y agrietadas manos que intentan
termorregularse debajo de unos guantes o buscando otras manos, en función de la suerte en el amor y otras vicisitudes de cada cual. De promociones en muchas tiendas, en una especie de adelanto a las
rebajas, para intentar vender lo que ya no se vende porque no hay dinero para
comprarlo (y de shopaholics que suspiramos-digo, que suspiran- con la
naricilla pegada a los cristales mientras siguen soñando con un vestidor rebosante y otras superficialidades y cosas cotidianas navideñas, como patinar sobre hielo en la pista del Rockefeller Center-vivo en en la Tierra, sí :).
Y como es diciembre y yo soy como soy, después de un domingo
malo y una primerahoradelamañanadelunes en la que casi muero asesinada por mi
querido e inseparable calefactor (está el pobre en plena adolescencia, y se ha
rebelado contra mí y contra la que está cayendo en la calle, y en lugar de
mandarme soplos de aire calentito con su relajante runrún de ventilador de
invierno le ha dado por echarme chispas, y llamas no porque no le he dado
tiempo y lo he apagado corriendo), resurjo de mis cenizas y de entre mis
agobios y me pongo la sonrisa otra vez, que la he dejado salir poco, a la pobre,
estos últimos meses. Lo hago con una especie de calendario de Adviento, sólo
que en lugar de abrir ventanitas y encontrar chocolate, abriré cada día el
cajón de los buenos propósitos para sentarme, un ratito, a escribir. No prometo
que vaya a ser a diario, pero al menos voy a intentarlo, aunque mi tiempo escasee y sea ahora sea la
Neurología la que me sorba el seso (¡y nunca mejor dicho!).
Feliz diciembre.
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