Él me esperaba envuelto en papel plateado y no, no era un
bocadillo. Un día para olvidar recibí de la mejor (la mejor todo, y punto; y
ella lo sabe, y ella lo entiende) un regalo de cumpleaños de lomo grueso y ese
aroma, inconfundible y seductor, a libro nuevo. Sigue esperándome alerta, dando
vueltas en su cama particular, mientras le engaño con otro. Con otros, perdón. Son varios, en
realidad. Qué difícil esto de la monogamia: Manual de la SER y Conceptos
básicos en Cirugía Ortopédica y Traumatología también reclaman mi cariño y mi
tiempo. Cuánto amor que dar. Uffffff.
Pero a ella no la esperaba. Supe de su visita por
casualidad. Y llegó, y, mira tú por dónde, nos habló de casualidades. María
llegó, y a sólo unos metros compruebas cuánto sonríe, cómo mece sus manos de
piel tostada mientras gesticula apasionada, cómo mece su pelo, muy liso, y balancea
palabras con maestría, las acuna y las pone guapas para que lleguen, llamen a
la puerta y les abras, y se queden un ratito a hacerte cosquillas en las
pestañas, ésas que se niegan a apagar tan pronto la luz de la mesita de noche.
María vuelca los pájaros de su cabeza y rescata los
recuerdos, y los transforma con gracia en historias de patrones y espías, en vueltas
atrás y reencuentros futuros, en Californias que aún no son más que un lugar “inhóspito”.
Nos ha invitado a viajar, con y sin aviones: ella nos ofrece una expedición
única a sólo unas horas de sillón de aquí.
Ayer al despertar no sabía que en esa tarde de otoño
conocería a una de mis escritoras predilectas. María Dueñas nos habló, mientras fuera llovían las hojas, de
casualidades y de optimismo, de nuevas oportunidades y de valentía. Jugó con mi
tripa y encendió mis mejillas; acudí a la cita con la ilusión de un chiquillo
en la noche de Reyes, y al salir, sonriendo, respiré y, como ésa bola de plomo,
noté sobre mis hombros todo el peso de las toneladas de energía que ella, sin saberlo, me cedió.
Disfruté el último helado de los días templados (hoy lloverá, lo sé), y
después, al colgar ése teléfono, me serví un doble con hielo y mucha sal. Una
de cal y otra de arena, un día completo. Pero especial, sin duda.
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