Cuando la casualidad, la magia y la suerte se dan la mano. Es en tal condicional cuando la vida, al
fin, te devuelve la sonrisa. Raro e infrecuente. Pero a veces ocurre. Entonces
el tiempo y los pies frenan en seco, y, en una paradoja, el corazón se acelera. Golpea tan fuerte que
parece escapar del pecho. Y giras, y miras, y te frotas los ojos y vuelves a
mirar. Y piensas que no puede haber tarde de primavera más bonita. Y deseas no
estar soñando. Deseas que la esperanza, las plegarias, los ojos húmedos, la
magia y la ciencia hayan unido sus fuerzas en una particular conjura, y deseas
que sea ése momento el de mayor cordura de tu vida. Abrazas esa realidad y la
guardas en el cofre de los más bellos tesoros.
Vuelves a pensar que, después de todo, la
magia existe, y, como un día dijiste, medio en serio, medio en broma, "las
casualidades son más bonitas".
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