miércoles, 25 de noviembre de 2015

Corto y cambio

Encontrar un piso decente en Madrid, después de meses de búsqueda, empieza a recordarme a buscar una aguja en un pajar.

Así que como idealista no se pone de mi parte, y sigo sin encontrar hogar, al menos, me mudo de blog.

Al fin y al cabo, home is where the heart is, y poco importa el dónde. Esto no es más que una mudanza. Que me lleve o no conmigo todos mis bártulos, ya lo veremos. De momento, me voy con lo puesto, pero con más canciones. Cambio y corto, mientras yo voy cambiando de piel. 

Le tomo prestado a Quique González uno de sus títulos: os espero Cuando estés en vena

Todo un placer, señoras y caballeros.

:)


miércoles, 18 de noviembre de 2015

Del verbo ser

Aquel domingo no distaba tanto de ser un maldito domingo más, y aquella cita súbita recordaba más a un trato que a la mágica conjunción planetaria que, se suponía, en algún momento tendría a bien suceder. Ni había luna llena, ni mesa reservada para dos, ni vino, ni rosas. El único atisbo de perfección se intuía en la línea, tan roja, de su boca.

Pidieron unas cervezas y escogieron la eme: de mirarse, morderse y mentirse. Fueron pasos en falso y caminaron en círculos, a sabiendas de que así no irían a parar a ninguna parte. Fueron retrasos y esperas, fueron brevísima complicidad. Fueron aviones de última hora que nunca iban a despegar. Fueron efímeros, y fueron intensos, en un único y fallido intento.

Eso es lo que fueron: la furia y las ansias del viento desnudando a los árboles de octubre, veloces, valientes, inciertos. 

De lo que no tuvieron certeza fue de lo que podrían haber sido. Podrían haber sido distancias recortadas, tachones en la lista de lugares a los que ir. Quizás otro abrazo. 

Más besos, quizás, también. 

Pero les faltó la música para desandar lo andado.
Quizás en otra tarde.  




domingo, 16 de agosto de 2015

Vacaciones

En el centro de Madrid, una noche cualquiera de julio, las campanas de San Antonio de los Alemanes no daban ya las once mientras yo trataba de sobrevivir a esa cárcel de asfalto en la que se había convertido la ciudad. Rezaba por que la meteorología me concediera una tregua y pudiera así abrir las ventanas al caer el sol; entonces maquinaría un plan enrevesado que incluyese sobornos y chantajes para forzar una alianza entre aire y ventilador que los instase a atravesar de ventana a ventana mi minúscula casa, para que arrastrasen de aquel espacio diminuto el calor y mis demonios. Todos los demonios. Porque qué diablos no estarían avivando calderas allá abajo, como locos, para que hubiésemos llegado al punto en que el momento más feliz del día se había convertido en fregar los platos porque entonces la cocina era lo más parecido a una piscina a mi alrededor. 

Era innegable que necesitaba vacaciones, y unos cuantos grados menos. Un par de semanas en las que terminar el millón de tareas pendientes que arrastro desde hace meses, seguir buscando ese piso que no encuentro, echar a patadas a las ojeras okupas que habitan bajo mis pestañas. Incluso, con la firme determinación de recuperar el deporte perdido metí en el fondo de la maleta las prendas a tal propósito destinadas. Y precisamente con lo contrario a la firmeza quedaron mis carnes tras dos semanas de excesos, colgando, igual que han hecho esos tejidos técnicos de secado ultrarrápido en el perchero.

Tanto plan y tanta lista de “to do”, que dicen ahora, y al final todo mi oficio y beneficio fue darme a ese dolce far niente que tan encarecidamente recomiendan las revistas de jóvenes modernos, cosmopolitas y con posibles.

...Cómo no buscar el aire y la calma si de pronto los veranos cambiaron radicalmente. Donde antes hubo bicicletas, polos de fresa de anca Haro, y forzosas interrupciones del tráfico porque nada había más crucial a las once de la noche que chillar, esconderse y dar balonazos en mitad de la calle, ahora me habían colado un julio asfixiante en el que eso que debe ser la vida adulta sucedía. Me agoté entre madrugones, cartas de asuntos coñazo de esos de mayores, y súbitos planes de boda. ¡Mis amigos casándose! 
Subí y bajé los quince pisos del hospital, sola ante el peligro, presentándome como la “doctora del dolor”, pidiendo a mis pacientes que puntuasen el suyo del uno al diez. Como si fuese tan fácil. Como si sólo les doliera una cosa. Como si acaso mis fármacos y mis técnicas pudieran hacer algo por los dolores del alma.

...A veces la odié durante aquellas semanas de asfixia, pero la ciudad y yo éramos una, ambas perdiendo fuelle de forma sinérgica. Ella vomitando mareas de gente en las costas, yo con la náusea inesperada de una acelerada madurez. Las mañanas persistían frenéticas aunque las sofocantes madrugadas no tenían a bien bajar de los veintiocho grados. Seguimos cruzándonos a las 7.55 cada día: esa señora, su cigarro a medias, su constante expresión de hastío, y yo. “Ella sí que necesita vacaciones”, solía pensar. Las pieles chorreaban sudor, y los brazos transportaban ventiladores en bolsas de plástico. Madres y padres, runners, paseadores de perros, cuidadores de abuelos, todos estaban en danza antes de las ocho de la mañana huyendo del deshielo.

Y mientras, yo sólo quería que aquello acabase. Sólo quería comerme un frigopié y huir. Hacía tiempo recordando la piscina de los últimos veranos. Cuando devorar historias constituía todo mi orden del día. Cuando engachaba sucesivamente varios catarros por tanto remojo. Cuando la felicidad era clavar una cuchara en el petit suisse y meterlo al congelador. Cuando aquel chico tan guapo que era de los mayores me sacaba los colores con su opinión sobre mis pupilas. Cuando las fiestas eran aún medio inocentes alrededor de una hoguera. Cuando no había más componentes en la dieta que helados, gazpacho y sandía. Cuando desgastábamos las tardes en bicicleta, y perseguíamos vagones de tren abandonados, echándole al tiempo un pulso al sol poniente. Cuando en las noches yo suspiraba por el musculitos que se reía de mí mientras la besaba a ella; cuando si querías ser guay era imprescindible ser dueño de un Nokia 3310 con politonos y batir récords de puntuación jugando a la serpiente.


...Aquel julio opresivo terminó. Aquellos veranos no volvieron. Aquel millón de tareas continúa sin hacer, pero, oye, qué bien sientan ahora las vacaciones :)

sábado, 30 de mayo de 2015

Lo que fuimos. R2 :)

Han pasado doce meses desde aquellas primeras primeras veces. Aquel martes en que todo empezó hacía más frío del que habían dejado entrever los días previos, cuando me debatía entre la fiebre y las dudas sobre si decir a la agente de la inmobiliaria que sí, que nos quedábamos a vivir en el barrio. Un año más tarde todo se veía parecido: viento fresco haciendo bailar el verdor de las copas de los árboles y levantando sonrisas repletas de novedad a las puertas del salón de actos. Los nuevos aterrizaron en el hospi cargados de su historia, sus bártulos y su esfuerzo y, nosotros, de un plumazo, nos convertíamos en los erredoses, los mayores. Diría que no hemos cambiado tanto, pero…¡vaya si lo hemos hecho!

Fuimos por fin lo que queríamos ser: anestesistas, ginecólogos, oncólogos, pediatras, cirujanos, traumatólogos. Médicos, en fin. Y al fin. Y, a la vez, fuimos tantas cosas...Adolescentes de nuevo, recién llegados a la escuela de la vida tras años flotando cómodamente dentro de nuestra burbuja. Inexpertos e inocentes. Potenciales nietos políticos de más de una cardiópata octogenaria. A veces fuimos mediquillos, otras nos sentimos como estudiantes otra vez. Tratamos de ser docentes: tanto como podíamos con lo poco que sabíamos, prestando la atención que hubiésemos querido que nos dedicaran años atrás. Fuimos celadores, confesores, psicólogos, diplomáticos y gente de negocios.

Vivimos semanas fugaces. Perdimos la orientación espacio-temporal entre guardia y guardia, y otras semanas, asqueados y cansados, se nos hicieron eternas. 
Los domingos ya nunca más fueron simplemente el último día de la semana: hubo domingos enclaustrados en la Urgencia de El Doce, domingos de saliente arrastrando bolsas y ojeras y haciendo vida cama-sillón. Domingos de Retiro, de resaca y de risas. Domingos de mierda, y domingos apurados en casa, luchando contra los kilómetros y persiguiendo al sol en paralelo para volverme siempre en el último tren. 

De todas las que nos contaron, recordamos algunas historias; grabamos unos cuantos nombres. Otros los borraron las noches sin dormir, las camillas del Samur formando filas, los cuarenta pacientes en Amarillos a las tres de la mañana. Ahondamos en la bajeza, la mierda y el mal olor. Miramos de refilón a sus tragedias, porque no nos daba tiempo a más. Coqueteamos con el miedo, cogiéndolo y no soltándolo al principio, dejándolo ir después. Cuando vimos que la Urgencia no era tan terrible, cuando nos tocó alguna equis, o por fin algún adjunto se acordó de nuestro nombre. Cuando temblábamos menos con cada pitido súbito de la máquina de anestesia. Aunque el miedo es reincidente, y sin demasiado esfuerzo cogió la costumbre de volver a pasarse por aquí.

Y yo…me corté la melena. Recorrí esta ciudad en tardes encendidas, viendo arder el cielo desde mi balcón mientras las mañanas volaban en diálisis. Pasé mañanas en el subsuelo. Me partí de risa con las canciones de Johnny Rooms en Cardio, y, bueno, puede que de electros no aprendiese mucho, pero saqué una valiosa enseñanza sobre humanidad y trato con el paciente. Y, al menos igual de importante, con el residente pequeño, ése que vaga por el hospital perdido y recién llegado. Después llegó septiembre y la histeria colectiva se apoderó de Agudos cada vez que el triaje nos pasaba un africano con fiebre.

Después de meses rodeada de gente, llegué a la soledad del lado oscuro en el 28 para pinchar las primeras espaldas mientras, en la radio, Los Secretos cantaban “Pero a tu lado”. Allí comencé a dormir las primeras historias. Allí, no lo negaré, me presincopaba cada vez que las alarmas del viejo Servo se disparaban como locas. Cogí mis primeras vías periféricas, rompiendo unas cuantas (eso es así, y forma parte de la curva de aprendizaje xD). Adaptándome a las manías de los adjuntos, y adquiriendo las mías. Una mañana fría de diciembre, en el 9, cogí, triunfante, mi primera central.
Mendigué técnicas en los quirófanos de Gine, y me subluxé el meñique subluxando mandíbulas; me imaginé disfrazada de gigantesco pulmón, cuidando del aire durante los sueños ajenos.
Era la hora de la siesta aquella tarde de abril, y apenas había hecho un par de guardias de Mater, cuando sonó el busca y tuve que correr. Volamos en equipo cuando Julia llegó con prisa, dándonos un buen susto. Creo que no quedó ni una pizca de mis entrañas sin sacudirse aquel día, cuando viví esa “Medicina de verdad” de la que una vez me advirtieron. Por la noche, como si nada, su mamá y yo ya estábamos hablando de perros, como si tal cosa. Como si no hubiesen estado a punto de bajarse del carro de los mortales tan sólo unas horas atrás.

...Podría continuar hasta el infinito. He vivido muchas cosas. Me faltan tantas otras. Así que, revisando ahora, no me cabe duda de que en estos doce meses de continuo vaivén algunas piezas han cambiado en mi maquinaria. Protesto más – o soy más realista-; no me gusta madrugar tanto como antes, y algunos sábados me permito estirar las horas en la cama. Pero la burocracia y el papeleo se me siguen dando fatal. Me regalaron una agenda preciosa, y aún así sigo guarreando con boli el dorso de mi mano para tratar de no olvidar mis tareas pendientes. Como en el cole. Tampoco he conseguido llevar las cuentas al día, ni ir al gimnasio a diario. Y esto último buena falta me haría: ¡quién me iba a decir que para ser anestesista necesitaba un brazo izquierdo digno del mismísimo Popeye!


...Fuimos y vivimos tantas cosas. Cambiamos, por dentro y por fuera. De número, de rango. De R2 continuaré durmiendo historias, aprendiendo, curioseando, ventilando. También desaprendiendo. A veces, curando. 

...Les llamaré por su nombre para saludarles del revés al despertar. Para, una vez más, casi siempre poder decirles que todo salió bien, y que abandonemos el quirófano satisfechos.  


lunes, 27 de abril de 2015

Primavera


Como un ciclón; así habría llegado. Con la súbita irrupción de una tormenta en abril, y a la vez con la expectativa prematura y ansiosa de una noche de Reyes.
Habría llegado, y entonces le habríamos robado no sé a quién aquella frase, porque podría haber hecho conmigo lo que la primavera hace con los cerezos. Habríamos incendiado las tardes, las noches, y con ahínco las madrugadas si me hubiese (des)vestido del rojo de las amapolas.

De haber odiado la lluvia, sé que con él me habría dejado llover encima hasta calarme entera.
Era consciente de que tenía permiso para aterrizar; de haber venido, podría haber hecho conmigo lo que quisiera.

Pero fue en mí primavera: súbito, leve, rojo.

...Era jodidamente guapo.

domingo, 12 de abril de 2015

Ayer no tuve que buscarte

Esta tarde buscaba un poco de música. De esa que está viva, de la que se abre paso entre el viento para para poner en pie al perezoso del vello de mi nuca. Caminé, no mucho -bendito barrio-, para llegar a uno de mis rincones favoritos de Madrid.

Luego, he esperado a que se vaciase exactamente el banco en que yo quería sentarme. Y así, estratégicamente paciente, logré tener a la espalda las notas de esa flauta travesera. Me comía un helado sentada en ese banco (ya sabes: estoy "en edad de crecimiento" ;), mientras el domingo se exprimía, mientras yo miraba perros, parejas, niños patinar, y pensaba en ti: en cómo me gustaría contarte tanto.

Contarte que esta tarde buscaba la música como si no tuviese otra misión en esta vida, pero que, últimamente, no te creas, busco pocas cosas. Sigo persiguiendo estrellas; eso siempre, eso no cambia. Las de mi falda, las que se asoman cuando miro bien hacia arriba en este cielo contaminado de luz ajena, las de su espalda dibujando constelaciones que acariciar toda la noche. Busco motivos hasta cuando me los encierran bajo siete llaves. Pero busco poco más: lo demás, que me encuentre, que aquí estoy.



Fíjate: ayer, como de repente, habían pasado cinco años desde que algún Dios inconsciente decidió que te quería a su vera. Demasiado temprano. Pero en parte comprendo su ansiedad por llevarte más pronto que tarde: quería tus carcajadas resonando tan alto; allá arriba les faltaba la vida que tú irradiabas.

Busco poco últimamente, ya te digo. Y aunque ayer habían pasado cinco años, ayer, a ti, no tenía que buscarte. Mira que me vienen a la cabeza al menos tres iglesias a las que llegar caminando en menos de cinco minutos; mira si en alguna de ellas un cura desconocido podría haber pronunciado tu nombre, y yo haber dejado escapar una lagrimita de pena y de rabia. Mira si tendré cientos de fotos donde sonríes. Pero no tenía que buscarte ni tenía que llorar: estabas conmigo. Siempre lo estás. Así que hice lo que hubieras hecho tú un sábado cualquiera. Fundí tarjeta, reí, le sobé los mofletes rechonchos a mi sobrino, y, por la noche, me bebí un mojito a tu salud. Ayer no tuve que buscarte porque tú sola te hiciste sentir en esa cotidianidad de que la aprendí a disfrutar, en gran parte, gracias a ti. No encontré mejor forma de encontrarme contigo en un punto indefinido de esta distancia intangible. Qué mayor homenaje que celebrar la vida como tú me enseñaste: “¡Fuma, bebe, y hazte una perdía!”.

Han pasado cinco onces de abril, y a mí la vida me pasa muy rápido últimamente, mientras trato de hacer que mi brújula funcione con más tino. Sigo ansiando llamarte a ti también, como llamo a Curro de tarde en tarde, para escuchar que me dices al descolgar “¡Hola, hermosa!”, para darte la última hora del estado de mi corazón, tan blando. Para contarte que me he enamorado por partida doble: de Madrid y de Anestesia. Y es que, del otro modo, hace tiempo que no me enamoro. Quizás sea aquella vieja primavera llena de lluvia y de finales quien conserve los recuerdos de la última vez. Nadie ha vuelto a tocarme el corazón así. Ojalá hubiera podido leerte aquellas cartas, ojalá hubieses sabido de ese ingenuo amor que no encontró su momento. Ojalá hubieses conocido a Jules: lo adorarías. Y a la loca de la penca. Ojalá tuviese en papel aquella última foto. Ése día yo no estaba, pero mamá me contó que ése día te zampaste no sé qué pastel, so galga, que llevaba nata, y te manchaste de blanco alrededor de la boca. Había una foto en un móvil viejo, que se perdió cuando daba los últimos coletazos su obsolescente batería. No me hace falta foto, la recuerdo bien: un jersey claro de cuello alto y cremallera, tus gafas casi redondas, tu pelo tan rubio, tan bien peinado, tu boca pillada in fraganti, dudando entre la sorpresa y la carcajada, el fuego ardiendo al fondo.


Ojalá pudiéramos darle quehacer a mi teléfono fijo. No es que lo use mucho, pero me gusta tenerlo. En cierto modo, me hace sentirme adulta, aunque sólo sea por pagarle religiosamente a la compañía telefónica. Porque yo, ya sabes, siempre seguiré en edad de crecimiento: siempre encuentro el modo de aferrarme a mi niñez hasta casi clavarle las uñas.
Qué cosas, Nati: cinco años después ya sólo puedo reírme con tu recuerdo. Para qué derramar lágrimas que nunca te traerán de vuelta. Cinco años más vieja y cómo me siento es más pequeña. ¡Cualquiera diría que mañana mismo he de ponerme con el papeleo odioso de la declaración de la renta!

...No tuve que buscarte. Duermes, acurrucada y arropadita, en un rincón molloso de mi corazón blando. 


viernes, 27 de marzo de 2015

Neurosis postmir: Anestesia en el 12 de Octubre

Como había prometido, aquí estoy, un siglo después, dispuesta a hablar laaaaargo y tendido sobre cómo se organiza la Residencia de Anestesiología y Reanimación en mi hospital.
No ha pasado ni un año desde que yo rondaba por hospitales y…¡qué de cosas más preguntaría ahora a la hora de escoger! Y es que Anestesiología, Reanimación y Terapia del Dolor es una especialidad amplísima y bastante desconocida. Sin ser quirúrgica, tiene muchísimas técnicas. Muy interesantes, y en boga, los bloqueos periféricos en cirugía ortopédica y traumatológica, el manejo de la Vía Aérea Difícil, las técnicas para tratamiento del Dolor, la ecografía para bloqueos, y la ecografía diagnóstica en Reanimación: pulmonar, ecocardio…
Además, al ser tan amplia siempre puedes subespecializarte: escogerla no te cierra puertas. Anestesia Pediátrica es otro mundo, así como Reanimación, Dolor...Y si el hospital que escojas se queda cojo en alguna de las patas, piensa que tienes tooooda la vida para seguir formándote, si ese campo te interesa especialmente. 
Lo cierto es que, al final, ahí está el azar, y es como si cada cual acabase donde le toca…Sea el lugar que sea, con sus más y sus menos, si uno pone el corazón y las ganas, lo demás acaba viniendo solo.

Y bien: tras esta parrafadilla introductoria...
  • Cómo se organiza la residencia. 

La residencia de Anestesia, como cualquiera, tiende a ser bastante uniforme en todos los hospitales, y es que, al fin y al cabo, independientemente del sitio que uno escoja, se trata de formarse correctamente. Como muchos sabréis, son 4 años (que deberían ser 5) durante los cuales debes transformarte en Anestesiólogo, Reanimador y Terapeuta del Dolor. ¡Qué vértigo!
De R1, en mi hospital, hacemos 5 meses fuera del Servicio, durante los cuales, en general, se rota con algún coR de otras especialidades (cosa que puedes llegar a echar de menos después, cuando estás en quirófano):
-Un mes en Nefrología, en PICs (Partes de Interconsulta) o en la Unidad de Agudos: son transplantados renales con procesos agudos, o los recién transplantados al salir de Reanimación, y antes de ir a Planta; una especie de unidad de cuidados intermedios. También es la unidad donde se realiza Hemodiálisis.
- Otro en Cardio, que puede ser en PICs o en Planta.
- Otro en Radiografía de tórax (el subsuelo, que le llamaba yo), donde pasas mañanas enteras, con un horario benevolente, aprendiendo un montón sobre interpretar placas de tórax. Una rotación que en su día me pareció algo aburrida, y sin embargo al final me está resultando (y me resultará en un futuro) muy útil.
 - Y 2 meses en Urgencias de Medicina Interna, en el área de Observación-encamados. Un ritmo frenético de trabajo, donde se ven procesos agudos y muchas veces graves, que desde mi punto de vista pueden ser útiles para nosotros: fibrilación auricular, broncoespasmos, shock séptico, síndrome coronario agudo…Cosas que pueden llegar a suceder en un quirófano. Y qué decir de los pacientes que se complican en Reanimación.

El orden varía, claro. El resto del tiempo ya eres todo un anestesioblasto que lucha por no tropezar con los cables en el lado oscuro del quirófano, donde estás solo con tu adjunto responsable. Lo cual significa que, salvo técnicas complicadas, tú vas a hacer todo, supervisado. No tienes que “pelearte” con ningún coR por ver quién intuba esta vez.
-       - 1 mes en quirófano de Trauma.
-       - 1 mes en quirófano de Cirugía General.
-       - 1 mes en un quirófano donde se hacen ambas cirugías a días alternos.
-       - 1 mes en Obstetricia- Paritorio (esta rotación sí se hace junto a un coR, pero vamos...que hay epidurales de sobra para todos).
-       - 1 mes en Ginecología.
-       - 1 mes en Consulta de Preanestesia.

De R2 en adelante se va rotando por los distintos quirófanos en orden creciente de complejidad, de forma que la cirugía cardíaca, vascular, torácica, neurocirugía…se suelen hacer de R3-R4. Además, se hacen rotaciones “externas” dentro del propio hospital, como por ejemplo en UCI Politrauma, y post-operados cardíacos, que lleva Medicina Intensiva. En Rea se llevan los transplantes de pulmón y riñón, si no me equivoco. Otras rotaciones son Dolor crónico y UDA (Unidad de Dolor Agudo), CMA, Reanimación.

Del Doce destacaría una Unidad del Dolor joven y que está creciendo a marchas forzadas, la Unidad de Hipertensión Pulmonar (en la que participan multitud de especialidades, y entre ellas la nuestra), los transplantes de todo tipo…Y que es el hospital de referencia del sur de Madrid. Así pues, que sea tan grande tiene la ventaja de que vas a ver absolutamente de todo (por lo que no te temblarán las piernas cuando estés solito, como adjunto recién estrenado, en un comarcal perdido de la mano de Dios), y la desventaja de que a veces puede ser algo impersonal y de que todo está muy subespecializado (por ejemplo, las traqueostomías en Rea las hacen los otorrinos).

  • Rotaciones externas

Lo ideal sería tener 2-4 meses “vacíos”, es decir, donde no existan quirófanos o rotaciones programados para poder hacer rotaciones externas. En el Doce no es así, y desconozco cómo es en otros. Pero lo que sé es que en mi hospital, y suele ocurrir en todos, no te ponen pegas para marcharte fuera un tiempo para rotar en áreas que quieras reforzar, que te interese especialmente por cualquier motivo, o en las que quizá tu hospital se quede algo corto. Y, claro,  que si no están previstas se te permita cambiarlas por algunas de las que tienes en tu planning sin que ello suponga un déficit importante en tu formación. Siempre es enriquecedor ver cómo se trabaja en otros lugares. En general, las buscas tú, con ayuda de tutores y/o resis mayores. Las R. Externas más habituales son bloqueos periféricos y Vía Aérea Difícil. También puedes rotar en Cirugía Cardíaca o Torácica, en Rea o UCI…Según qué te vaya interesando más. Aunque ciertas rotaciones hay que solicitarlas con bastante antelación. Y eso sí: suena muy guay rotar en EEUU o Reino Unido, pero en general en el extranjero sólo se te permite mirar, “estilo estudiante”, por temas de responsabilidad profesional.

  • Asistencia a cursos, jornadas, congresos…

En Anestesia, en un hospital grande, como el mío, donde somos tantos resis por año, asistir a congresos no es fácil, relativamente. Es decir, uno puede pagarse de su bolsillo cuanto quiera, pero la financiación es una cosa que anda regular en los últimos tiempos.
No obstante, poco a poco uno puede irse haciendo con sus contactos, y los adjuntos suelen conseguir inscripciones gratuitas muchas veces.
Lo que es importante es que, sobre todo siendo R1-R2, donde sueles ser bastante prescindible en quirófano, que no te pongan pegas para asistir. Mi tutora suele decirme que “prima siempre la formación”. Yo he acudido a un curso de una semana entera de ECG, a jornadas de Transplante, a la Reunión de la SAR Madrid…y jamás me han dicho que no ni me han puesto una mala cara. Hay muchísimos cursos interesantes: te vas enterando poco a poco.
Eso sí, autofinanciación a tope.
  •     Sesiones clínicas 
Normalmente hay  dos sesiones: sesión de resis solos el martes a las 7.45 (¡prohibido asustarse! xD), y sesión del Servicio los viernes a las 7.45, que también suelen ir orientadas hacia nosotros y en las que se pasa una hoja de firmas. Después hay una de adjuntos a la que a veces asistimos si el tema es acorde con nuestros conocimientos o tenemos especial interés.
También hay sesiones cada 2 semanas de Anestesia Obstétrica para R1 y R2, y después en cada sección del Servicio mientras se está rotando allí: cardíaca, transplante, Rea, Infantil. Últimamente estamos “a tope” con las sesiones de la Unidad del Dolor. A veces no se puede acudir: si estás saliente y ocupado, si tu rotación empieza antes de la hora a la que acaba la sesión…Pero no supone una tremenda pérdida, y es ocasional.
Además, una vez al mes se hacen sesiones interhospitalarias con el resto de hospitales de Madrid mediante videoconferencia y chat, que son bastante enriquecedoras.
Como somos muchos resis, no vas a vivir preparando sesiones, al menos de R pequeño, lo cual, al principio, se agradece porque no estás agobiado.

  • Guardias

De R1 comienzas haciendo guardias de Urgencias en lo que en el Doce llamamos “Agudos”, que viene a ser Observación/Encamados, junto a los coerres de especialidades médicas. Se hacen en teoría durante todo R1, unas 3-4 al mes, aunque a partir de enero empezamos con las guardias de especialidad y, si quieres, puedes ir haciendo menos de Urgencias. Por ejemplo, en enero hice mi primera guardia de Anestesia, así que hice 2-3 de Agudos, y en abril, que tengo tres de Anestesia, en principio haré sólo una de Agudos. Según lo útil que te resulte, lo bien o mal que las aguantes, y lo saneada que esté tu economía de residente xD. Contaros cómo son las guardias de Agudos me llevaría un post entero, así que si hay alguien especialmente interesado le contaré con mucho gusto de forma privada.
Y bien…en cuanto a las guardias de Anestesia…son otro mundo. Un mundo feliz, donde se puede dormir más (a veces), y donde tienes oportunidad de aprender un montón y de ver y hacer un montón de técnicas.
Digamos que hay varios tipos:
-       - General: mucha Trauma y Cirugía General- apendicitis, perforados…-, Vascular – el temido aneurisma de aorta roto…-, Maxilofacial…Muy, muy variado. A veces se duerme: ¡toda la noche en mis dos primeras guardias! Y lo dicho: muy útiles. En mi primera guardia hicimos una urgencia neuroquirúrgica para empezar la mañana, y en la segunda hice mi primera intubación nasotraqueal, por poner algunos ejemplos. ¡Fue genial!
Además, compartes la guardia con un resi mayor, y con 3 adjuntos. Es decir: nunca estás solo.
-      -  Mater: obstetricia, básicamente, con sus millones de epidurales y césareas urgentes. Pero también patología ginecológica urgente, pacientes recién operadas de la Rea que resangran, pacientes de la Rea en estado crítico que empeoran a media noche, preeclampsias…Otro mundo, pero ¡tan bonito! Eso sí: aquí se corre, y mucho. Si logras dormir algo y al día siguiente hay sesión, los adjuntos de la mañana te suelen coger el busca y te dejan asistir.
-      -  Niños
-       - Guardias de Reanimación

Estas dos últimas una vez has rotado en Anestesia Pediátrica y Rea, con lo cual aún no puedo contaros de qué van. Pero ambos campos me llaman poderosamente la atención.

Luego existen las guardias de Transplante, de las cuales aún no conozco apenas nada.
Suelen hacerse 4 guardias al mes y se libran todas.

  • Horario normal

Los quirófanos suelen comenzar a las 8.30. No obstante, lo suyo es llegar antes para ir viendo al paciente en el antequirófano, para ir al quirófano a cargar la medicación y comprobar los equipos e instrumentos…Y además, depende del adjunto con quien estés. Algo que todos consideramos bueno: que si el parte programado se prolonga, a las 14.45 los anestesistas de guardia o de tarde te sustituyen y te vas a casa. Horario fijo que te deja toda la tarde libre J Para mí no es algo bueno: es maravilloso poder comer en casa cada día, si así lo quiero; ¡sentir que no se me va la vida dentro del hospital! Porque sí: me encanta mi profesión, pero trabajo para vivir, no vivo para trabajar.
  •  Minucias y detalles

La comida del Doce es de las mejores de los hospitales de Madrid, o eso dicen quienes conocen otros centros. Obviamente, cuando llevas un tiempito por aquí, pues te cansas, pero hay buffet de ensaladas y otros dos primeros para elegir, y 3 segundos. Eso sí: no cojas un sobrecito de kétchup o botellita de agua y coca cola de grifo sin pagar el extra, que se ponen como fieras xD.
No nos dan abono transporte: venir hasta el Sur corre de tu cuenta. Pero la línea amarilla es una maravilla, hay muchos buses y estación de cercanías que te deja en cinco minutos de reloj en Atocha. Yo vivo en el centro y voy en metro, y mi trayecto son 15 minutillos, o sea que está bastante bien comunicado.

Hay parking gratuito que se llena enseguida. Lo bueno es que madrugamos más que la media, y que “salimos” de Madrid, con lo cual no encontramos atasco. Si el parking gratuito no tiene huecos libres, hay parkings que cuestan 1 euro al día, o algo así. 
Y bueno...digamos que tenemos una población en cierto modo especial, lo cual te da un ojo clínico y un desarrollo de las formas, la diplomacia y la paciencia que otros lugares no te dan. Así como patologías frecuentes, pero también raras, y casos "muy pasados".

Y bueno...eso es todo lo que puedo ofreceros con el cansancio acumulado de una larga semana. Espero que os hayan entrado ganas de veniros al Doce, y/o que si dudábais con Anestesia veáis que es una gran opción a tener en cuenta. Como siempre, y, como siempre, con cierto retrasillo, estoy a vuestra disposición :)

¡Suerte a los electores, que ya tenéis día!